La sublevación militar de julio de 1936
La experiencia republicana abrió un camino aplazado desde hacía tiempo, en el que la oligarquía abandonó la vía legal y parlamentaria para decantarse por la opción del "golpe de Estado". En 1936, miles de campesinos, obreros, sindicatos, partidos y una importante parte de la clase media se opusieron a esta solución. Por otra parte, parte de la izquierda también estaba dispuesta a abandonar la legalidad. El golpe de Estado fue concebido como un clásico pronunciamiento, contando con el apoyo de civiles armados, algunas guarniciones se declararon en "estado de guerra" y formaron una junta de altos jefes militares para "restablecer el orden". Este pronunciamiento encontró en 1936 condiciones que lo hicieron derivar hacia un enfrentamiento civil armado.
El alzamiento del 18 de julio
El día 17 por la tarde, tropas coloniales ocuparon Ceuta, Melilla y Tetuán después de eliminar cierta resistencia de militares y obreros republicanos. A pesar de la gravedad de los hechos, no se tomó ninguna medida al respecto. El día 18, se produjo una insurrección. El general Franco salió de Canarias hacia Marruecos para dirigir el ejército insurrecto. En la península, la sublevación triunfó en parte de Castilla la Vieja y Aragón. Casares Quiroga dimitió la misma noche del 18 de julio. Azaña nombró a José Giral (IR) presidente de un gobierno formado por republicanos, pero apoyado por el FP. La división del territorio español en dos partes antagónicas se había consumado.
La intervención extranjera
Las potencias fascistas europeas (Alemania, Italia y Portugal) decidieron dar apoyo sistemático a los rebeldes mediante la entrega de soldados del ejército colonial a la Península. León Blum (F.P. francés) inició conversaciones para llegar a un acuerdo de "no intervención" en el caso español. Mientras, Francia cerraba su frontera e Inglaterra decretaba el embargo total a la República. La República se vio obligada a comprar armas en la URSS. A partir de octubre de 1936 se generalizan los envíos de armas y asesores militares, que se pagaron con 510 toneladas de oro del Banco de España. También será importante desde el punto de vista de su efecto moral la presencia de los voluntarios extranjeros de la Brigadas Internacionales.
El desarrollo del conflicto
Pronto se vio el fracaso del golpe militar. En Madrid y Barcelona, las unidades rebeldes fueron reducidas por obreros armados y otras fuerzas leales a la República. Desde Cataluña hasta Málaga, la cuenca mediterránea quedó del lado de la República, una vez sofocada la insurrección en Valencia y Cartagena. También permaneció leal Castilla la Nueva, parte de Extremadura y de Andalucía. En el Norte, la actitud de José Antonio Aguirre (Presidente del PNV) fue decisiva para que el País Vasco permanezca en el bando gubernamental.