Campo Gravitatorio: La Fuerza que Mueve el Universo
La fuerza gravitatoria es como un imán invisible que atrae todas las masas entre sí. Imagínate que cada objeto con masa está constantemente "tirando" de todos los demás objetos del universo. Esta fuerza tiene unas características súper importantes que debes recordar: es atractiva (siempre tira, nunca empuja), central (actúa en línea recta entre los centros de las masas) y conservativa (la energía se mantiene).
La fórmula mágica es: F = -G·(m₁m₂)/R². Aquí G es la constante gravitacional, m₁ y m₂ son las masas que se atraen, y R es la distancia entre ellas. Fíjate que si duplicas la distancia, la fuerza se reduce cuatro veces (por el R²).
El campo gravitatorio es la "zona de influencia" que crea cualquier masa a su alrededor. Es como una red invisible que deforma el espacio. Su fórmula es g = -G·M/R², y tiene las mismas unidades que la aceleración N/kg. Por eso cuando algo cae, acelera hacia abajo.
¡Dato curioso! El principio de superposición significa que si hay varias masas cerca, simplemente sumas todos sus campos gravitatorios. Es como sumar fuerzas, pero con vectores.
Como el campo es conservativo, lleva asociada una energía potencial Ep=−G⋅M⋅m/R y un potencial gravitatorio V=−G⋅M/R. Las superficies equipotenciales son como "capas de cebolla" esféricas donde todos los puntos tienen el mismo potencial.
Campo Gravitatorio Terrestre: Tu Experiencia Diaria
Cada día experimentas el campo gravitatorio terrestre sin darte cuenta. Cuando caminas, saltas o se te cae algo, estás interactuando con este campo que crea nuestro planeta. La Tierra, con su enorme masa, genera un campo que te mantiene pegado al suelo con una aceleración de unos 9,8 m/s².
Las velocidades más importantes que debes conocer son dos: la velocidad de escape y la velocidad orbital. La velocidad de escape Ve=√(2⋅G⋅MT/R) es la velocidad mínima que necesita un cohete para escapar completamente de la Tierra. La velocidad orbital Vo=√(G⋅MT/R) es la velocidad perfecta para que un satélite gire en círculo sin caerse ni escaparse.
Los satélites siguen la famosa tercera ley de Kepler: T² = 4π²·R³/(G·MT). Esto significa que cuanto más lejos esté un satélite de la Tierra, más tiempo tarda en dar una vuelta completa. Los satélites geoestacionarios, por ejemplo, tardan exactamente 24 horas porque están a la distancia perfecta.
¡Aplicación práctica! La energía mecánica de un satélite es siempre Em = -½·G·MT·m/R. Para cambiar un satélite de una órbita a otra, necesitas calcular la diferencia de energías entre las dos órbitas.