El Problema del Mal y las Dos Ciudades
Aquí viene una de las preguntas más difíciles: si Dios es perfecto, ¿por qué existe el mal? Agustín tiene una respuesta ingeniosa: el mal no es una "cosa", sino simplemente la ausencia del bien. Es como la oscuridad, que no existe por sí misma sino que es ausencia de luz.
El ser humano, visto al estilo platónico, es un alma encerrada en un cuerpo. Dios nos ha dado libre albedrío para elegir, y cuando elegimos mal, aparece el mal moral. La buena noticia es que Dios nos ayuda con su gracia divina, aunque la decisión final siempre es nuestra.
La visión más fascinante de Agustín es su filosofía de la historia. Imagínate que toda la humanidad está dividida en dos ciudades invisibles: la Ciudad de Dios (los que aman a Dios) y la ciudad terrestre (los que solo se aman a sí mismos). La historia humana es básicamente la batalla constante entre estas dos ciudades.
Lo genial es que Agustín ve la historia de forma lineal, no cíclica como los griegos. Todo tiene un propósito y se dirige hacia un final: el triunfo definitivo del reino de Dios.
Reflexiona: ¿En qué ciudad crees que vives tú? Recuerda que según Agustín, se trata de a quién amas más: ¿a ti mismo o a algo superior?