Del mito a la razón
Antes de que existiera la filosofía, nuestros antepasados explicaban el mundo a través de mitos y magia. Los mitos eran narraciones fantásticas con dioses antropomórficos (con forma humana) que explicaban desde las tormentas hasta el origen del universo.
El saber precientífico tenía tres características principales: todo dependía del capricho de los dioses, se creía que los rituales podían cambiar la voluntad divina, y se aceptaba la existencia del destino. Los mitos servían para explicar el origen del mundo, de los dioses, del ser humano, del bien y del mal, e incluso el fin del mundo.
La gran revolución llegó con el logos: la explicación racional de la realidad. Mientras el mito recurría a la imaginación, el logos utiliza la razón y argumentos lógicos. La diferencia es clara: el mito fascinaba con historias increíbles, pero la filosofía ofrece algo que aquellos relatos no podían dar: la verdad.
La explicación racional debe ser sistemática, coherente, metódica, universal, autónoma y tolerante. Es decir, debe formar un sistema ordenado donde todo encaje y esté abierto a revisión y crítica.
Recuerda: Homero, el famoso poeta del siglo VIII a.C., pedía ayuda a las musas para que sus historias fueran creíbles. ¡Incluso él sabía que estaba contando fantasías!