Economía de Planificación Centralizada
En el extremo opuesto está la economía de planificación centralizada, donde el Estado decide todo: qué producir, cuánto, cómo y para quién. Es como si tu instituto controlara no solo las clases, sino también qué ropa llevas, qué comes y dónde trabajarás.
El sector público es el protagonista absoluto. Su objetivo principal es la equidad - que todos tengan lo mismo o muy parecido. El Estado es propietario de fábricas, tierras y recursos, y un órgano de planificación centralizada decide todo a través de planes económicos de varios años.
Las ventajas son claras: igualdad en la distribución de la renta, pleno empleo y necesidades básicas cubiertas para todos. Nadie se queda sin sanidad, educación o vivienda por no poder pagarla.
Pero los inconvenientes fueron fatales: falta de incentivos (¿para qué esforzarse si cobras igual?), errores de previsión enormes (planificar millones de decisiones es imposible) y excesiva burocracia que ralentizaba todo. Por eso estos sistemas acabaron colapsando en los años 90.
Curiosidad: La Unión Soviética llegó a planificar hasta cuántos clavos se producían, pero a menudo faltaban zapatos mientras sobraban tractores.