De la Ilustración al Romanticismo
¿Te imaginas una época donde los escritores creían que tenían la responsabilidad de enseñar mientras entretenían? Eso es exactamente lo que pasó en el siglo XVIII con la Ilustración.
Los ilustrados se rebelaron contra los excesos del Barroco y establecieron cinco reglas fundamentales. Primero, rechazaron la ornamentación exagerada anterior. Segundo, convirtieron la literatura en una herramienta didáctica para transmitir valores morales y sociales.
También recuperaron los modelos grecolatinos clásicos y priorizaron la razón por encima de todo. Las obras debían seguir reglas fijas establecidas en tratados específicos, nada de improvisación.
💡 Recuerda: La Ilustración no solo cambió la literatura, sino que preparó el terreno para la revolución romántica que vendría después.
Durante este período, la prosa se desarrolló en tres formas principales: las novelas, el ensayo como género de reflexión, y los cuadros de costumbres que retrataban la sociedad de la época.
El Romanticismo: La Revolución de los Sentimientos
El siglo XIX trajo consigo el Romanticismo, un movimiento que puso patas arriba todo lo que defendía la Ilustración. Los románticos gritaron "¡basta de reglas!" y abrazaron cuatro ideas revolucionarias: libertad, individualismo, idealismo y nacionalismo.
Los temas románticos te van a sonar familiares porque siguen apareciendo hoy en películas y series. Hablamos del amor apasionado, el fracaso vital, la muerte, la naturaleza salvaje y la evasión hacia épocas pasadas más "auténticas".
En poesía romántica, tres nombres brillan con luz propia. José de Espronceda retrató personajes marginales con temas típicamente románticos. Gustavo Adolfo Bécquer representó el romanticismo tardío con una sensibilidad única. Rosalía de Castro conectó profundamente con su tierra gallega, mostrando el lado más íntimo del movimiento.
💡 Clave para el examen: Estos tres poetas representan diferentes facetas del Romanticismo español, desde el más rebelde hasta el más melancólico.
El teatro romántico tenía sus propias obsesiones: destino, honor, libertad y amor. Los protagonistas masculinos apasionados se enamoraban de mujeres que simbolizaban la pureza espiritual. Las obras se ambientaban en el pasado, en espacios típicamente románticos, y casi siempre terminaban en tragedia. Lo injusto es que estos personajes sufrían precisamente por la pureza de sus sentimientos.