El siglo XVIII marcó una época de grandes cambios culturales y sociales en España, principalmente con la llegada de la Ilustración. Durante este período, España experimentó una transformación significativa bajo el reinado de Carlos III, quien implementó el despotismo ilustrado como forma de gobierno. Este sistema buscaba modernizar el país a través de reformas educativas, económicas y sociales, siempre manteniendo el poder absoluto del monarca pero orientado hacia el bienestar del pueblo.
La literatura neoclásica se desarrolló como el principal movimiento cultural de la época, caracterizándose por su énfasis en la razón, el orden y la búsqueda de la perfección formal. Entre sus principales características encontramos el uso de un lenguaje claro y preciso, la preferencia por temas didácticos y moralizantes, y el respeto por las reglas clásicas de composición. Los escritores neoclásicos buscaban educar a la sociedad a través de sus obras, promoviendo valores como la virtud, el trabajo y la educación. Las tertulias literarias y las academias se convirtieron en importantes centros de difusión cultural, donde intelectuales y artistas compartían sus ideas y debatían sobre los nuevos conceptos ilustrados.
Durante este período, España vivió una renovación cultural que se manifestó en múltiples aspectos: la fundación de instituciones educativas y científicas, la creación de academias reales, y el desarrollo de una prensa periódica que facilitaba la difusión de las nuevas ideas ilustradas. Las reformas borbónicas impulsadas por Carlos III incluyeron mejoras en la infraestructura urbana, el fomento de la industria y el comercio, y la modernización de la educación. Este período sentó las bases para el desarrollo de una España más moderna y abierta a las influencias europeas, aunque manteniendo sus propias características culturales y tradiciones.