La Teoría de la Evolución de Darwin
Imagínate que la naturaleza es como un gran laboratorio donde solo los más preparados logran triunfar. Eso es básicamente lo que propuso Charles Darwin con su teoría: los seres vivos cambian constantemente para adaptarse mejor a su entorno.
La clave está en la variabilidad natural. No hay dos individuos exactamente iguales en una población, ni siquiera los hermanos gemelos son idénticos al 100%. Estas pequeñas diferencias son súper importantes porque algunas características ayudan más que otras a sobrevivir.
Aquí entra en juego la selección natural, que funciona como un filtro gigante. Los individuos con características más ventajosas tienen más posibilidades de sobrevivir, encontrar pareja y tener descendencia. Los rasgos beneficiosos se transmiten a los hijos a través de la herencia genética.
Con el paso de muchísimo tiempo, las poblaciones que quedan separadas pueden cambiar tanto que se convierten en especies completamente distintas. Este proceso se llama especiación y explica por qué tenemos desde bacterias microscópicas hasta ballenas azules.
¡Recuerda! La evolución no significa que los humanos venimos directamente de los monos. Significa que compartimos un antepasado común con ellos, como si fuéramos primos lejanos en el árbol genealógico de la vida.
Las evidencias que respaldan esta teoría son abrumadoras: los fósiles nos muestran cómo eran los antiguos seres vivos, la anatomía comparada revela similitudes sorprendentes entre especies, y los estudios genéticos confirman nuestros parentescos evolutivos.