La antigua Grecia experimentó una profunda transformación política y cultural en la Atenas clásica, que marcó un antes y después en el desarrollo del pensamiento occidental. Durante este período, surgieron importantes cambios en la forma de entender el mundo y el lugar del ser humano en él.
Los sofistas y enseñanza de retórica en la antigua Grecia jugaron un papel fundamental en esta transformación. Estos maestros itinerantes se dedicaban a educar a los jóvenes ciudadanos en el arte de la argumentación y la oratoria, habilidades esenciales para participar en la vida política de la polis. Su enfoque en la capacidad del ser humano para razonar y debatir representó un giro antropocéntrico del pensamiento griego presocrático, alejándose de las explicaciones puramente mitológicas del mundo. Los sofistas sostenían que la verdad podía ser relativa y que el conocimiento debía centrarse en temas prácticos que beneficiaran a la sociedad.
Esta nueva forma de pensamiento influyó profundamente en la democracia ateniense y en el desarrollo de la filosofía. La educación sofista preparaba a los ciudadanos para participar activamente en las asambleas y tribunales, fomentando el debate público y el ejercicio de la ciudadanía. Los sofistas introdujeron conceptos revolucionarios como la distinción entre naturaleza y convención, cuestionando las tradiciones establecidas y promoviendo un análisis crítico de las normas sociales. Su legado perduró en el tiempo y sentó las bases para el desarrollo del pensamiento filosófico posterior, influyendo en figuras como Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes, aunque críticos con algunos aspectos del movimiento sofista, continuaron desarrollando muchas de sus ideas fundamentales sobre la naturaleza del conocimiento y la importancia de la educación en la formación del ciudadano.